martes, 20 de noviembre de 2012

REPUDIAMOS LA NUEVA INVASIÓN DEL ESTADO TERRORISTA DE ISRAEL CONTRA GAZA




REPUDIAMOS LA NUEVA INVASIÓN DEL ESTADO TERRORISTA DE ISRAEL CONTRA GAZA

Una vez más, el Estado de Israel lanza misiles, bombas, exterminio y muerte sobre el pueblo de Palestina. Una vez más, la política de aniquilamiento contra un pueblo es justificada por los invasores  como “legítima defensa”. Los hombres, mujeres, niños y ancianos que sobreviven en Gaza, amurallados, sitiados, negados, torturados, sometidos a requisas, exilio, al bloqueo, a la falta de agua, a la falta de escuela, a la falta de futuro, padecen hoy además un ataque que promete ser en gran escala. Una vez más, la prepotencia del victimario acompaña el poderío militar con la impunidad, la invasión con la mentira. El Estado genocida de Israel se presenta en su discurso (y en muchos de los intelectuales sionistas “progresistas”) como víctima de un pueblo ocupado desde hace más de medio siglo, arrinconado en la franja más densamente poblada del planeta, que lucha por su liberación, por su derecho a la autodeterminación.
En el medio de la propaganda del Estado Israelí, de Estados Unidos y de todas las grandes potencias de Occidente, como socialistas, como trabajadores, como pueblo tenemos el deber de gritar, una vez más, ¡fuera Israel de Palestina! ¡Viva Palestina libre!
Convocamos a concentrarnos el miércoles 21 de noviembre a las 17hs. En Av. De Mayo y 9 de Julio para marchar a la embajada de Israel para expresar nuestro repudio al ataque y nuestra solidaridad con el pueblo palestino.

Agrupación Hombre Nuevo

martes, 13 de noviembre de 2012

Sintonía Fina y Cacerolazos

 


Sintonía Fina y Cacerolazos
Entre los que no se fueron y los que quieren volver


La polarización política entre el gobierno y la oposición burguesa está instalada.  Ocultos están muchos aspectos del programa reaccionario de la oposición que se agazapa tras los cacerolazos. La agenda de lucha de reclamos de los sectores populares, intenta ser cajoneada por estos dos bloques.

Asistimos a una situación económica difícil para los de abajo: la inflación que carcome entre un tercio y una cuarta parte de nuestros salarios; despidos y suspensiones; paritarias frenadas, y un salario mínimo de hambre pactado entre burocracia sindical, estado y empresariado; recortes provinciales y conflicto con estatales... Elementos que son parte de la Sintonía Fina, y a los que se suman la sanción de un Presupuesto para 2013 presentado por el ejecutivo, donde el gasto social está por debajo de la inflación real, y una ley de ART a medida de la UIA, votada conjuntamente entre el kirchnerismo y el PRO. En este escenario, los cálculos oficiales según los cuales es posible alimentarse con $6, resuenan más insultantes que nunca.

El “8N”
El último cacerolazo, que compartiendo el envoltorio marketinero proveniente del país del Norte se presentó como el “8N”, fue una masiva movilización con participación preponderante de los sectores medios y altos, aunque con presencia de sectores que no necesariamente pertenecen a la “pequeña burguesía”, como son trabajadores y empleados urbanos. Aunque el que marchó el día 8 no es un bloque homogéneo, y en este segundo episodio se vio una composición algo más variada, lo cierto es que la derecha logró acaudillar en su iniciativa a otras capas afectadas por la falta de poder adquisitivo. Con mayor habilidad que en el cacerolazo del 13 de septiembre, se notó cierta adecuación de las consignas hacia lo que podría llamarse la “corrección política”: se pedía explícitamente desde la convocatoria no portar proclamas agresivas. Pese a este maquillaje, podían verse no pocos estandartes que comparaban a Argentina con Venezuela desde una óptica inconfundiblemente macartista; no menos pudieron apreciarse consignas contra el aborto, Cuba, o la izquierda en general –a la que grotescamente se asocia a este gobierno-. Otros carteles apelaban a las críticas al oficialismo por la inseguridad, o contra la re-reelección. En muchos casos se hablaba de una defensa de la Constitución Nacional, la misma que heredamos del Pacto de Olivos en los ’90. Es cierto que pudieron verse mezclados también reclamos contra la inflación, la megaminería o el impuesto al salario. Pero en esa heterogeneidad, quien capitaliza la mayor parte de las demandas y las resignifica es la derecha opositora. Son quienes levantan un programa aún más regresivo para nuestra clase que el vigente (mayor liberalización de la economía, reducción drástica del gasto público, etc.).
De nuevo cacerolas, pero sonando distinto
Estas cacerolas no suenan como las de 2001, sencillamente porque en aquellos días la llamada clase media se recostó en la lucha de los sectores populares, que veníamos desde hace años peleando contra una desocupación con picos del 35 %. Había sido el movimiento piquetero el que encabezó la resistencia, y la gravedad de la crisis fue la que unió momentáneamente a ambos sectores. Las cacerolas del “8N” lejos están de los piquetes y la lucha junto a los pobres de nuestro país. Lejos están de un proyecto de igualdad social y verdadera distribución de la riqueza; tan lejos como lo está el gobierno que ha beneficiado a un sector empresarial que ha obtenido inmensas ganancias bajo su gestión. El kirchnerismo, que ha aprendido la lección burguesa que plantea que para mantener la gobernabilidad es necesario ceder algunas reivindicaciones a los sectores populares, es ahora cuestionado desde arriba por muchos de sus mayores beneficiarios. Dando respuestas que se limitan a circunscribir esta disputa interburguesa en el “7D” y la reacción del Grupo Clarín ante eso, el gobierno niega la magnitud y profundidad de la crisis política. Recompuesta en gran medida la gobernabilidad cuestionada en 2001, una buena parte de los capitalistas se lanzan contra la redistribución de las migajas del llamado “modelo”.

En un río revuelto
Nos hallamos en una situación política compleja, en donde las veredas no siempre están del todo claras; por eso, ante la crisis política y choques por arriba, es preciso saber identificar cuáles son los intereses que se ocultan detrás de cada frase o cada accionar. Por eso es indispensable estar atentos y visualizar que los promotores del “8N” contienen una ideología y un programa derechista, aunque se hayan esforzado por presentarlo de manera más edulcorada en esta movilización. Es ingenuo pensar que pudiesen estar preocupados por resolver los problemas del país los Macri, De Narváez, Alfonsín Jr. y la UCR, el “Momo” Venegas, o grupos monopólicos como Clarín.

El papel de la izquierda
Resulta lamentable ver cómo muchos grupos, compañeros y activistas malgastan los escasos recursos con los que contamos actualmente en la izquierda yendo a hacer sonar las cacerolas porque, nos dicen, “ahí están las masas”. Como si una manifestación masiva, pero cuestionable desde muchos puntos de vista, entre ellos su composición social predominantemente clasemediera, y fundamentalmente su programa antipopular, fuese la única expresión válida del pueblo. O como si el pueblo, teniendo en cuenta que hubo sectores populares movilizados, no pudiera equivocarse y marchar ocasionalmente bajo banderas que no lo representan en sus intereses de clase.
Muchos grupos de izquierda, detrás de la premisa de que “hay que intervenir”, creen –o, al menos, argumentan- que repartiendo volantes de manera casi evangélica están dando una disputa política. Por la actual agenda y la composición que caracterizan estas movilizaciones, la izquierda no tiene posibilidades serias de disputar la dirección política de los cacerolazos que –insistimos- llevan un rumbo marcadamente derechista. Resulta caricaturesca la idea de que un puñado de activistas vaya a torcer los ejes meticulosamente elaborados y propagados en una convocatoria que se cimenta en arraigados prejuicios sociales.
Hay fuerzas que justifican su participación hablando de combatir de ese modo la ausencia de la izquierda en la "movilización de masas"… Desde Hombre Nuevo creemos muy saludable que hayamos sido muchos los ausentes: tanto de esta marcha como de las marchas junto a las patronales del campo, del vergonzoso apoyo al pseudo-amotinamiento de represores, como también de los actos oficialistas. Esto no quiere decir que seamos “abstencionistas”, o que sigamos la lucha de clases desde un monitor de computadora. Nuestra caracterización de la etapa, más allá de la crisis política y económica actual, nos posiciona en un período de acumulación de fuerzas, donde es preciso, para no contribuir a una nueva derrota de nuestro pueblo, cuidar como el bien más preciado la independencia de clase, y huir como de la peste de cualquier atisbo de posiciones camaleónicas. Mantener la independencia de clase, forjando activamente espacios para el reagrupamiento de los que luchan, espacios intermedios que den respuestas políticas en la calle, poniendo en discusión un programa para un proyecto emancipatorio para nuestro país; para que la ardua lucha por el socialismo se dé en el terreno concreto, y no sólo en los volantes.
En este contexto, debemos asumir que desde las organizaciones de nuestra clase no tenemos aún la fuerza para direccionar estas movilizaciones desde abajo y a la izquierda. Aunque provisoriamente nuestro camino y el de muchos laburantes que marcharon recientemente no sea el mismo, es preciso mantener la coherencia, porque esto es lo que verdaderamente servirá para clarificar los intereses en pugna a nuestros hermanos de clase, y no una prédica confusa asociada al oportunismo con perfume electoral.

El paro nacional
En el plano sindical, que no deja de compartir fuertes puntos con el político-electoral, la CTA Micheli y la CGT Moyano han convocado un paro general para el 20 de noviembre. La necesidad de medidas de lucha unitarias para enfrentar en el plano nacional a los avances tangibles que el gobierno y los empresarios dan sobre el salario, ya sea mediante la inflación o mediante recortes en puerta, chocan nuevamente con la dirección política de las centrales que llaman a estas medidas. La justeza de reclamar por la actualización del salario mínimo hasta los $5.000, o la eliminación del impuesto al salario; de pedir el 82% móvil para todos los jubilados o la derogación de la llamada “Ley Antiterrorista”, se ven desdibujados prontamente por la especulación política de Micheli, aliado al FAP de Binner y recostado en las patronales sojeras; y por el sindicalismo empresario de Moyano, pegado al peronismo recalcitrante y coqueteando con Macri y Scioli.
Pese a estas direcciones, aquí la que juega es nuestra clase. Por eso es que sí debemos dar disputa en esta cancha: la de la recuperación de nuestros sindicatos de manos de la burocracia, la de no regalar ninguna consigna para que sea usada en una agenda digitada por armados políticos patronales, la de no relegar las movilizaciones callejeras. En este sentido, el paro del 20 es una fecha de disputa para los de abajo. Aunque tampoco en ella tengamos la capacidad torcer en lo inmediato la dirección actual del conflicto hacia un plan de lucha de orientación clasista, sí es nuestro ámbito, y sí debemos mantener esa perspectiva y esa exigencia. Sin depositar la menor expectativa en las actuales conducciones de las centrales y en sus armados político-electorales, es preciso pelear para instalar en esta fecha nuestros reclamos y nuestra agenda.    
Impulsando medidas con sectores clasistas y con todos aquellos que sean independientes de los partidos burgueses, es preciso poner en marcha una verdadera alternativa en medio de esta disputa por arriba. Sin marchar deshilachadamente detrás de ningún sector patronal, sea sindical o político, sino consolidando la unidad de los que en 2001 dejamos la vida en las calles para que se vayan todos; parándonos en la vereda de enfrente de los que no se fueron y también de los que quieren volver.

Agrupación Hombre Nuevo - 13 de noviembre de 2012


domingo, 4 de noviembre de 2012

Agustín Tosco - A 37 años de su muerte



Agustín Tosco
A 37 años de su muerte


Es necesario, como sociedad, recuperar y reflexionar sobre nuestra historia reciente, en la que hubo hombres y mujeres que lucharon, construyeron y amaron tanto a su pueblo, que dieron su vida por construir un país donde no hubiera miseria, donde no hubiera desigualdad, donde primara la felicidad.

Agustín Tosco fue uno de esos hombres.  
Si bien en muchos sentido Tosco fue, como dicen “un fuera de serie”, también que fue un trabajador, como tantos, un hombre común y corriente, como nosotros, que se dispuso a recuperar la política en las manos del pueblo, reivindicando el derecho a construir su destino. Fue un trabajador que creyó en la posibilidad de transformar colectivamente la sociedad y que en ese camino, por su perseverancia, por su coherencia, por su honestidad, se convirtió en un dirigente nacional.

Luchador incansable por la unidad de todos los trabajadores, como dirigente sindical  supo diferenciarse siempre de otros “líderes” que llevaban su función desde mullidos sillones, alejados de toda relación sincera con el pueblo.
El pensamiento de Tosco se fue consolidando, profundizando su conocimiento y a su vez influyendo en sus compañeros en cuanto al papel que debía cumplir el sindicato, sobre la base de una permanente vinculación entre dirigentes y afiliados, tanto en la sede gremial como en los lugares de trabajo, que nunca abandonó, y teniendo la democracia de bases como forma de organización.

Valoraba el estudio y promovía la formación de sus compañeros obreros, estimulándolos a auto superarse, a reflexionar, a comprender los problemas sociales y sus causas. En el marco de los gobiernos dictatoriales que asolaron nuestro país, Tosco promovía “la reivindicación consecuente de los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de los trabajadores y simultáneamente [buscaba] sumar los máximos esfuerzos desde su terreno específico para que políticamente el poder [fuera] ejercido [efectivamente] por el  Pueblo”.

Tosco promovía la unidad de todos los sectores populares, pero no a unidad vacía, sino convocándolos a construir un proyecto colectivo de transformación social. Entendía que era posible y necesario hacerlo y no temía enfrentar a quienes se opusieran en ese camino.

La experiencia de las luchas de masas de 1969, y en particular el Cordobazo, hicieron a Agustín Tosco figura nacional e internacional. Las sucesivas prisiones a las que fue sometido, en Villa Devoto y más tarde en la cárcel de Rawson, impuestas para neutralizarlo, no sirvieron sin embargo para acallarlo. No le tembló la voz al continuar denunciando las vejaciones de los gobiernos dictatoriales y antidemocráticos. Y tampoco dudó en reivindicarse como compañero de los grupos revolucionarios que en los ’70 se organizaban militarmente para plasmar su proyecto revolucionario.

Hoy, cuando desde distintos lugares se recupera y reivindica la figura de Tosco sólo como un ejemplo de lucha inclaudicable, de perseverancia, de honestidad, es indispensable recuperar cuáles eran los objetivos claros de esa lucha.
Agustín Tosco impulsó y luchó para construir un sindicalismo que no fuera un apéndice del sistema que se apoya en dirigentes traidores para ponerlos a su servicio, sino un sindicalismo de liberación, un sindicalismo que, promoviendo la más amplia y democrática participación de las bases, asumiera su papel político  con una perspectiva revolucionaria, que se constituyera como una palanca para emancipación social. Y en ese camino, apostaba a la unidad del pueblo y del movimiento obrero, pero teniendo claro que no había alianzas posibles con los explotadores ni con sus representantes: “Porque nuestro pueblo luchará y queremos continuar la lucha juntos. (...) No nos remitimos sólo a las reivindicaciones democrático-burguesas; no nos remitimos a la plena vigencia de las instituciones demo-liberales; estamos hablando ya de la nueva sociedad; (…) estamos hablando de socialismo... Indudablemente que no será fácil, como no lo fue hasta ahora ese camino. Tendremos dificultades; tendremos represión, tendremos encarcelamientos, torturas y asesinatos. Porque evidentemente, la oligarquía y el imperialismo, la sociedad capitalista en su conjunto, no va a resignar así, alegremente, este estado de cosas que le favorecen sus privilegios y sus arbitrariedades. (...) Por eso queremos hacer una exhortación final a todos los compañeros: hablemos a cara descubierta de ese gran ideal que es el socialismo. (…) debemos levantar la bandera proletaria del socialismo. Porque nosotros no tememos a la reacción; la estamos derrotando y hemos de construir en breve plazo, por el camino de la liberación nacional y social latinoamericana, esa gran patria socialista, con la que todos estamos comprometidos y por la que damos sentido a nuestra sangre y a nuestra propia vida”[1].

Desde Hombre Nuevo, recuperando la lucha de Tosco como expresión de las más importantes luchas revolucionarias del movimiento obrero, nos sumamos a todos los hombres y mujeres comunes que estudiamos y trabajamos cada día, que podemos y debemos abocarnos a construir ese otro país, en el que el ser humano sea la medida de todas las cosas, recordando como sostenía el Gringo que “el futuro es de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo, de nuestra esperanza” y que “(…) esos que estén dispuestos a luchar, esos triunfarán”.

Agrupación Hombre Nuevo
3 de noviembre de 2012


[1] Fragmentos del discurso de Agustín Tosco en el IV Plenario Nacional Intersindical, en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; pp. 295 a 302.