martes, 13 de noviembre de 2012

Sintonía Fina y Cacerolazos

 


Sintonía Fina y Cacerolazos
Entre los que no se fueron y los que quieren volver


La polarización política entre el gobierno y la oposición burguesa está instalada.  Ocultos están muchos aspectos del programa reaccionario de la oposición que se agazapa tras los cacerolazos. La agenda de lucha de reclamos de los sectores populares, intenta ser cajoneada por estos dos bloques.

Asistimos a una situación económica difícil para los de abajo: la inflación que carcome entre un tercio y una cuarta parte de nuestros salarios; despidos y suspensiones; paritarias frenadas, y un salario mínimo de hambre pactado entre burocracia sindical, estado y empresariado; recortes provinciales y conflicto con estatales... Elementos que son parte de la Sintonía Fina, y a los que se suman la sanción de un Presupuesto para 2013 presentado por el ejecutivo, donde el gasto social está por debajo de la inflación real, y una ley de ART a medida de la UIA, votada conjuntamente entre el kirchnerismo y el PRO. En este escenario, los cálculos oficiales según los cuales es posible alimentarse con $6, resuenan más insultantes que nunca.

El “8N”
El último cacerolazo, que compartiendo el envoltorio marketinero proveniente del país del Norte se presentó como el “8N”, fue una masiva movilización con participación preponderante de los sectores medios y altos, aunque con presencia de sectores que no necesariamente pertenecen a la “pequeña burguesía”, como son trabajadores y empleados urbanos. Aunque el que marchó el día 8 no es un bloque homogéneo, y en este segundo episodio se vio una composición algo más variada, lo cierto es que la derecha logró acaudillar en su iniciativa a otras capas afectadas por la falta de poder adquisitivo. Con mayor habilidad que en el cacerolazo del 13 de septiembre, se notó cierta adecuación de las consignas hacia lo que podría llamarse la “corrección política”: se pedía explícitamente desde la convocatoria no portar proclamas agresivas. Pese a este maquillaje, podían verse no pocos estandartes que comparaban a Argentina con Venezuela desde una óptica inconfundiblemente macartista; no menos pudieron apreciarse consignas contra el aborto, Cuba, o la izquierda en general –a la que grotescamente se asocia a este gobierno-. Otros carteles apelaban a las críticas al oficialismo por la inseguridad, o contra la re-reelección. En muchos casos se hablaba de una defensa de la Constitución Nacional, la misma que heredamos del Pacto de Olivos en los ’90. Es cierto que pudieron verse mezclados también reclamos contra la inflación, la megaminería o el impuesto al salario. Pero en esa heterogeneidad, quien capitaliza la mayor parte de las demandas y las resignifica es la derecha opositora. Son quienes levantan un programa aún más regresivo para nuestra clase que el vigente (mayor liberalización de la economía, reducción drástica del gasto público, etc.).
De nuevo cacerolas, pero sonando distinto
Estas cacerolas no suenan como las de 2001, sencillamente porque en aquellos días la llamada clase media se recostó en la lucha de los sectores populares, que veníamos desde hace años peleando contra una desocupación con picos del 35 %. Había sido el movimiento piquetero el que encabezó la resistencia, y la gravedad de la crisis fue la que unió momentáneamente a ambos sectores. Las cacerolas del “8N” lejos están de los piquetes y la lucha junto a los pobres de nuestro país. Lejos están de un proyecto de igualdad social y verdadera distribución de la riqueza; tan lejos como lo está el gobierno que ha beneficiado a un sector empresarial que ha obtenido inmensas ganancias bajo su gestión. El kirchnerismo, que ha aprendido la lección burguesa que plantea que para mantener la gobernabilidad es necesario ceder algunas reivindicaciones a los sectores populares, es ahora cuestionado desde arriba por muchos de sus mayores beneficiarios. Dando respuestas que se limitan a circunscribir esta disputa interburguesa en el “7D” y la reacción del Grupo Clarín ante eso, el gobierno niega la magnitud y profundidad de la crisis política. Recompuesta en gran medida la gobernabilidad cuestionada en 2001, una buena parte de los capitalistas se lanzan contra la redistribución de las migajas del llamado “modelo”.

En un río revuelto
Nos hallamos en una situación política compleja, en donde las veredas no siempre están del todo claras; por eso, ante la crisis política y choques por arriba, es preciso saber identificar cuáles son los intereses que se ocultan detrás de cada frase o cada accionar. Por eso es indispensable estar atentos y visualizar que los promotores del “8N” contienen una ideología y un programa derechista, aunque se hayan esforzado por presentarlo de manera más edulcorada en esta movilización. Es ingenuo pensar que pudiesen estar preocupados por resolver los problemas del país los Macri, De Narváez, Alfonsín Jr. y la UCR, el “Momo” Venegas, o grupos monopólicos como Clarín.

El papel de la izquierda
Resulta lamentable ver cómo muchos grupos, compañeros y activistas malgastan los escasos recursos con los que contamos actualmente en la izquierda yendo a hacer sonar las cacerolas porque, nos dicen, “ahí están las masas”. Como si una manifestación masiva, pero cuestionable desde muchos puntos de vista, entre ellos su composición social predominantemente clasemediera, y fundamentalmente su programa antipopular, fuese la única expresión válida del pueblo. O como si el pueblo, teniendo en cuenta que hubo sectores populares movilizados, no pudiera equivocarse y marchar ocasionalmente bajo banderas que no lo representan en sus intereses de clase.
Muchos grupos de izquierda, detrás de la premisa de que “hay que intervenir”, creen –o, al menos, argumentan- que repartiendo volantes de manera casi evangélica están dando una disputa política. Por la actual agenda y la composición que caracterizan estas movilizaciones, la izquierda no tiene posibilidades serias de disputar la dirección política de los cacerolazos que –insistimos- llevan un rumbo marcadamente derechista. Resulta caricaturesca la idea de que un puñado de activistas vaya a torcer los ejes meticulosamente elaborados y propagados en una convocatoria que se cimenta en arraigados prejuicios sociales.
Hay fuerzas que justifican su participación hablando de combatir de ese modo la ausencia de la izquierda en la "movilización de masas"… Desde Hombre Nuevo creemos muy saludable que hayamos sido muchos los ausentes: tanto de esta marcha como de las marchas junto a las patronales del campo, del vergonzoso apoyo al pseudo-amotinamiento de represores, como también de los actos oficialistas. Esto no quiere decir que seamos “abstencionistas”, o que sigamos la lucha de clases desde un monitor de computadora. Nuestra caracterización de la etapa, más allá de la crisis política y económica actual, nos posiciona en un período de acumulación de fuerzas, donde es preciso, para no contribuir a una nueva derrota de nuestro pueblo, cuidar como el bien más preciado la independencia de clase, y huir como de la peste de cualquier atisbo de posiciones camaleónicas. Mantener la independencia de clase, forjando activamente espacios para el reagrupamiento de los que luchan, espacios intermedios que den respuestas políticas en la calle, poniendo en discusión un programa para un proyecto emancipatorio para nuestro país; para que la ardua lucha por el socialismo se dé en el terreno concreto, y no sólo en los volantes.
En este contexto, debemos asumir que desde las organizaciones de nuestra clase no tenemos aún la fuerza para direccionar estas movilizaciones desde abajo y a la izquierda. Aunque provisoriamente nuestro camino y el de muchos laburantes que marcharon recientemente no sea el mismo, es preciso mantener la coherencia, porque esto es lo que verdaderamente servirá para clarificar los intereses en pugna a nuestros hermanos de clase, y no una prédica confusa asociada al oportunismo con perfume electoral.

El paro nacional
En el plano sindical, que no deja de compartir fuertes puntos con el político-electoral, la CTA Micheli y la CGT Moyano han convocado un paro general para el 20 de noviembre. La necesidad de medidas de lucha unitarias para enfrentar en el plano nacional a los avances tangibles que el gobierno y los empresarios dan sobre el salario, ya sea mediante la inflación o mediante recortes en puerta, chocan nuevamente con la dirección política de las centrales que llaman a estas medidas. La justeza de reclamar por la actualización del salario mínimo hasta los $5.000, o la eliminación del impuesto al salario; de pedir el 82% móvil para todos los jubilados o la derogación de la llamada “Ley Antiterrorista”, se ven desdibujados prontamente por la especulación política de Micheli, aliado al FAP de Binner y recostado en las patronales sojeras; y por el sindicalismo empresario de Moyano, pegado al peronismo recalcitrante y coqueteando con Macri y Scioli.
Pese a estas direcciones, aquí la que juega es nuestra clase. Por eso es que sí debemos dar disputa en esta cancha: la de la recuperación de nuestros sindicatos de manos de la burocracia, la de no regalar ninguna consigna para que sea usada en una agenda digitada por armados políticos patronales, la de no relegar las movilizaciones callejeras. En este sentido, el paro del 20 es una fecha de disputa para los de abajo. Aunque tampoco en ella tengamos la capacidad torcer en lo inmediato la dirección actual del conflicto hacia un plan de lucha de orientación clasista, sí es nuestro ámbito, y sí debemos mantener esa perspectiva y esa exigencia. Sin depositar la menor expectativa en las actuales conducciones de las centrales y en sus armados político-electorales, es preciso pelear para instalar en esta fecha nuestros reclamos y nuestra agenda.    
Impulsando medidas con sectores clasistas y con todos aquellos que sean independientes de los partidos burgueses, es preciso poner en marcha una verdadera alternativa en medio de esta disputa por arriba. Sin marchar deshilachadamente detrás de ningún sector patronal, sea sindical o político, sino consolidando la unidad de los que en 2001 dejamos la vida en las calles para que se vayan todos; parándonos en la vereda de enfrente de los que no se fueron y también de los que quieren volver.

Agrupación Hombre Nuevo - 13 de noviembre de 2012


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