8 de Octubre de 1967-
8 de Octubre de 2012
A 45 años de la caída
del Che en combate, seguimos luchando por el socialismo.
A casi medio siglo de la caída del Che en la selva
boliviana, su legado tiene una enorme vigencia. La burguesía y sus gobiernos
han tomado su figura intentando reconvertirla y quitándole su radicalidad, lo
han hecho porque su imagen cuenta con un amplio reconocimiento del pueblo
trabajador, los estudiantes que se rebelan, los campesinos que resisten. Desde la Agrupación Hombre
Nuevo nos proponemos traerlo al presente, no como una pieza de museo, sino como
una orientación para las batallas actuales. Si el capitalismo pretendió
cosificar al Che, convertirlo en la imagen de una remera, en un aventurero, en
un idealista, para quitarle su carácter revolucionario, para lavar el contenido
de su lucha; nosotros consideramos que esa cosificación puede ser sacudida por
la fuerza de la juventud rebelde y los trabajadores, que lograremos rescatarlo
del poster estrecho y frío en el que lo ha querido encerrar ciega y
calculadamente el mercado burgués.
Lejos de nosotros, como agrupación política, está el
insinuarnos dueños o intérpretes privilegiados del Che: su legado no reconoce
“herederos oficiales” sino en los pueblos que luchan por la revolución. Sí
creemos, no obstante, que tenemos aportes para realizar en cuanto a su lectura,
que es la que orienta nuestra praxis en la cotidiana pelea por un proyecto que
nos une: un mundo sin explotación y sin enajenación; una sociedad con hombres y
mujeres nuevas. Una sociedad socialista.
La actualidad del
guevarismo
Qué reivindicamos del
Che
Nos definimos guevaristas por reivindicar un verdadero
proyecto radical, antimperialista y anticapitalista y por el socialismo, desde
la historia de lucha de nuestro continente para contribuir decidida y
firmemente a la revolución a escala mundial. Al definirnos guevaristas nos
imponemos la tarea de no ser dogmáticos (lo que no significa, en absoluto, ser
eclécticos).
Intentamos hacer propia la concepción de la filosofía de la
praxis que encarnó Guevara en todas sus intervenciones ya fueran teóricas como
prácticas. Compartimos su enfrentamiento inclaudicable con el capitalismo (sea
en su versión “seria” o “salvaje”) y el convencimiento de que la verdadera
liberación para nosotros como clase, como pueblo, y para el conjunto de la
humanidad es el comunismo. Rechazamos el mecanicismo dogmático y el etapismo, y
defendemos la relación orgánica entre el cambio objetivo y el subjetivo,
entendiendo como tarea estratégica construir dentro de nuestra organización y
en todos los espacios en los que intervenimos hombres y mujeres nuevos. Nos
reivindicamos guevaristas porque sostenemos, teórica y prácticamente, que hay
una relación inescindible entre ética y política, entre fines y medios. La
capacidad de intervenir eficazmente en un proceso cambiante, la flexibilidad
táctica, no fue en el Che pragmatismo; las decisiones tácticas siempre
estuvieron ligadas a los principios. En consonancia con esa perspectiva
guevarista estamos convencidos de la necesidad de construir una nueva cultura
militante. Nos sentimos distantes de la idea sostenida por muchos militantes y
organizaciones de que la mera mención a la ética es una desviación idealista.
Decir que esto no es política, es vaciarla a la política del contenido mas
precioso del corazón de nuestras ideas, porque la política a
nuestro modo de ver esta atada al cariño, al amor al pueblo, a los
principios, a la ética, a un estilo de trabajo sin hegemonismo y con
muchas dosis de generosidad.
Creemos que desde una perspectiva revolucionaria debemos
tomar el desafío de superar la escisión que la sociedad capitalista produce (y
reproduce) entre esas dimensiones de la vida social.
Identificamos en el Che el ejemplo de una relación rica y
compleja entre el trabajo intelectual y la militancia cotidiana. En la
actualidad vemos que existe una desvalorización por la teoría, por el estudio,
por el rigor intelectual que puede ser una reacción frente a un
intelectualismo vacío, creemos que como guevaristas debemos apostar a una
relación íntima y armónica entre el desarrollo práctico y el teórico.
Aunque serían muchas más las cuestiones que podríamos
mencionar, tomamos del Che su capacidad de autocrítica, su rechazo a la
autojustificación de los errores y la apuesta a la unidad basada en la
discusión a fondo, en la crítica profunda .
Un aporte central (y
poco reconocido por el “guevarismo” actual): sentido del momento histórico
El compañero Néstor Kohan suele señalar cómo cada época
reivindica o valora diversos aspectos de la praxis del Che en función de las
necesidades de la lucha. Nosotros creemos que hoy necesitamos poner en primer
plano un aporte central del Che (como de todos los grandes revolucionarios),
desdibujado en el guevarismo actual. Nos referimos a su sentido del momento
histórico. El Che actuó en una etapa de abierto enfrentamiento con el estado,
de alza de las fuerzas populares a nivel mundial y en especial en nuestro continente,
en una etapa de radicalización de las luchas con desarrollo en todos los
niveles, incluido el militar. Las causas de la explotación y la opresión
capitalista son las misma hoy que entonces, pero el momento político en nuestro
país es otro, y este es el punto central en el cual tenemos que
profundizar el debate par poder intervenir con orientaciones claras, frente a
una difícil coyuntura política.
¿Qué significa ser guevarista en esta etapa? Entre el
objetivo de tomar el poder y nuestra realidad actual, ¿qué tenemos que hacer en
tanto organización política? ¿Cómo tenemos que intervenir en esta etapa en la
que la lucha abierta por el poder no está planteada? ¿Qué instancias tenemos
que construir? ¿Con la construcción (necesaria) del núcleo de militantes revolucionarios
es suficiente?
Qué tipo de
organización política construir para aportar a la lucha por el poder
Entre quienes apuestan a un cambio radical hay dos perspectivas
centrales respecto de qué tipo de organización se debe construir para aportar
a esa transformación. Por un lado, hay quienes sostienen que la construcción
debe centrarse en las organizaciones de base. Por otro lado, hay quienes consideran
que la clave para que un proceso revolucionario pueda tener lugar en la Argentina es la
construcción de una organización política. Dentro del guevarismo que,
parafraseando a Dalton, es el leninismo latinoamericano, es esta segunda
concepción la más extendida. Por nuestra parte, nosotros defendemos la idea de
que hay que desarrollar la organización política con un proyecto integral y
estamos convencidos de que nuestra concepción resulta mucho más coherente con
la tradición del Che y de Lenin que la anteriormente mencionada.
Teóricamente, la idea de que sólo hace falta el “partido”
tiene sus raíces en una lectura errónea de las críticas que realizara Lenin al
economicismo (o, traducido a la actualidad, al basismo, al sindicalismo) en el
Qué hacer.
La tajante diferenciación entre el trabajo sindical y el
trabajo político viene de arrastre de una apropiación dogmática de la lucha
sindical y la lucha política, escrita por Lenin.
Al marcar las diferencias entre la lucha sindical y la lucha
política Lenin quería establecer las particularidades de cada una para
cuestionar la concepción de que la conciencia política de clase surgiría de la
simple evolución del trabajo sindical. Enfatiza que la conciencia de clase
corresponde a otro tipo de reflexión que descubre la dinámica general del
sistema capitalista, lo que luego Lukács ha sintetizado como conciencia de la
totalidad. Sin embargo, no hay una línea en la que pueda encontrarse la afirmación
de que los revolucionarios deban dejar librada la lucha sindical a la acción de
otras tendencias no revolucionarias y dedicarse en manera exclusiva a una
construcción partidaria. La separación tajante entre lucha sindical y lucha
política y la posición que surge de ella que concibe a los organismos de base
como subsidiarios a la organización política contiene un rasgo autoritario y
una dosis (no menor) de desprecio al pueblo. La idea de que la “política” es
monopolio de las instancias partidarias y que los organismos o militantes de
base sólo pueden interesarse por las cuestiones inmediatas nada tiene que ver
con la insistencia de Lenin (y del Che) en la politización de las masas. En la
práctica actual, la ausencia de una política sistemática de politización de las
bases (de las organizaciones de base, pero también de los militantes de la organización
política) se refleja en la falta de recambio en las instancias de dirección y
son, para nosotros, un índice de la debilidad de las construcciones.
Para nosotros, la politización es una tarea crucial en todas
las instancias de intervención, ya que consideramos estratégico las
organizaciones de base se eleven de lo meramente reivindicativo, que los
compañeros que se acercan a ellas adquieran experiencia y formación, así como
que vayan asumiendo en forma creciente responsabilidades. En última instancia,
consideramos que es una tarea indelegable de quienes formamos la organización
política aportar a la independencia de clase, a la transformación de los hombres
y mujeres del pueblo en sujetos (y no objetos) de su historia. Además de las
organizaciones de base, venimos apostando a la construcción de organizaciones
intermedias en una sana convivencia entre diversas corrientes políticas
revolucionarias, con un mayor nivel de definición que las de base pero menor
que las definiciones que tenemos como núcleo. Nos oponemos tanto a la línea de
que en las organizaciones de base o intermedias se lleve adelante una política
contradictoria (no dialécticamente) con los principios de la organización
política, como a la línea que fuerza que estas instancias de base o intermedias
suscriban el programa de la organización política sin más (o que paguen los
costos de las decisiones desacertadas de la misma).
Estamos convencidos de que la participación en instancias
intermedias y de frente único no implica disolverse. En todos estos ámbitos
nuestros militantes deben ayudar a una mayor politización, lo que nada tiene
que ver con la imposición de decisiones de la organización política. Defendemos
además la idea de que la organización política tiene que tener su funcionamiento
autónomo, llevar adelante una política específica para cada una de las
instancias en la que interviene y encarar tareas propias de partido.
Sintetizando, para nosotros se trata de construir un
proyecto integral de organización que contemple los distintos niveles de
definición acordes a cada instancia, para que establezca una relación
dialéctica (no formal) entre todas ellas y los vasos comunicantes que
garanticen que exista una verdadera ligazón interna. Creemos que sólo con una
profunda y densa inserción de masas, que no se mide simplemente por “estar” en
organizaciones de base o intermedias, sino por la capacidad de hacer que el
pueblo se eleve políticamente, avancen en autoconciencia y homogeneidad, se
comprometan en un proceso de transformación, sólo de ese modo una organización
política tiene la posibilidad de dejar de ser un núcleo de militantes para
convertirse en un verdadero partido de clase.
El rol de la juventud
El Che en su discurso durante el II Aniversario de la
integración de las organizaciones juveniles revolucionarias en Cuba, planteó
“(…) Pero la juventud tiene que crear. Una juventud que no crea es una anomalía
realmente”. La interpelación del Che a crear una juventud critica, creativa,
rebelde, inconformista, adquiere suma vigencia en momentos actuales donde desde
el gobierno se ha construido un discurso en el que se apropian de la
participación política de la juventud. Consideramos que el ingreso al debate y
la vida política de nuevas camadas es un aspecto progresivo, pero que no
comienza con el kirchnerismo. Retomando los aportes del Che, debemos disputar
el sentido y la orientación política de estas ideas. Ante los intentos de institucionalización,
de cosificación y de simplificación del rol de los jóvenes asimilándolos a la
búsqueda de cargos dentro de las estructuras políticas y proyectos políticos de
la burguesía, tenemos el desafío de aportar a crear una juventud combativa, rebelde,
consciente de su papel dinámico en la transformación revolucionaria de la
sociedad.
Cómo se construye la
unidad
Finalmente, unas palabras sobre la siempre invocada y pocas
veces realizada unidad. Creemos que no podemos seguir hablando de la unidad sin
hacer una evaluación crítica (y autocrítica) de las experiencias de unidad que
hemos venido impulsando dentro del guevarismo desde los ’90 a esta parte. La
unidad no se decreta, ni se salda en un acuerdo entre cúpulas. Requiere de un
trabajo militante para procesar las diferencias, para construir una identidad,
una práctica, una visión común. Creemos que las prácticas viciadas de
hegemonismo, el dogmatismo, y la liviandad con que se decide una escisión
atentan contra la unidad. No siendo algo simple, nuestra propia experiencia nos
demuestra que es posible revertir la naturalización de la fragmentación y que
con sistematicidad, confianza política, honestidad y verdadera fraternidad la
unidad puede ser sólida y duradera.
Por la revolución y el socialismo.
Agrupación Hombre Nuevo