FRENTE AL GOBIERNO Y A LAS MOVILIZACIONES POR DERECHA:
INDEPENDENCIA DE CLASE
Los miles de manifestantes que el pasado jueves 13 de
septiembre convergieron en las principales ciudades del país no expresan
ninguno de los intereses de los trabajadores y sectores populares. Debemos ser
claros y sin ningún lugar a la duda: por la composición de clase y por la
naturaleza de las consignas, los cacerolazos del pasado jueves lejos están de
aquellos que sacudieron las principales urbes allá por diciembre del 2001 y el
verano de 2002. El sujeto social que ahora salió a las calles se compone por la
misma pequeña burguesía y sectores acomodados que repudian los cortes de ruta
de los trabajadores y reclaman mano dura contra la protesta, que defienden la
dictadura y que la máxima libertad a la que aspiran es la de hacer negocios.
Tras la supuesta espontánea convocatoria se ocultan (y no
tanto) la Iglesia
Católica , el grupo Clarín y otras corporaciones mediáticas, y
los partidos de oposición de derecha al kirchnerismo, el macrismo, el
radicalismo, el peronismo federal, los sectores liderados por De Narváez que,
habiendo convocado o no, festejaron con entusiasmo la movilización. También
Scioli declaró "cuando la gente se expresa hay que escucharla con
atención", recomendación que le valdría a él mismo que ignora los
innumerable recamos de los trabajadores estatales de su provincia.
Pero no sólo estos sectores reaccionarios se han
posicionado. El otrora kirchnerista y hoy ferviente opositor, el burócrata
sindical Moyano, manifestó su apoyo desnudando sus intereses mezquinos que
distan mucho de los intereses de la clase a la que dice representar. Lo mismo
hizo la llamada “centro izquierda” del FAP y Proyecto Sur cuyos principales
dirigentes vieron con optimismo la “movilización espontánea” de la clase media.
Al igual que en 2008, cuando apoyaron a las patronales del campo, la
centro-izquierda termina apoyando de hecho a una expresión política claramente
de derecha.
Mención aparte merece un sector de las fuerzas de izquierda
que, entusiasmado ante cualquier acción o movilización que se oponga al
gobierno, no es capaz de leer con honestidad intelectual y política qué
intereses y sectores de clase son los que impulsan dichos reclamos. Con una
posición que cabalga entre la confusión y el oportunismo, de la misma manera
que antaño apoyaron abiertamente a la
Mesa del Enlace de los patrones del campo, hoy el MST e
Izquierda Socialista aplauden a la clase media indignada por el cepo al dólar,
la inseguridad, la corrupción, el uso cadena nacional y el “autoritarismo” del
gobierno que consistiría solamente en su vulneración de formas republicanas y
no en su carácter de clase.
La agenda política la marcan alternativas burguesas, sean
estas por derecha o por “centro izquierda”. Nada dice ninguno de esos bloques
acerca del 40% de precarización laboral que en 10 años de “modelo” kirchnerista
no se ha eliminado. Nada dicen tampoco de la criminalización de la protesta
social, de los crecientes ataques a los trabajadores que el único delito que
cometen es organizarse en la legítima defensa de sus derechos. Menos aún denuncia
-ninguno de estos grandes bloques- las enormes riquezas de capitales
transnacionales y nacionales que a costa de la explotación y la salud de
nuestro pueblo acumulan enormes ganancias con la explotación sojera, la
megaminería y el trabajo esclavo mientras se condena a nuestra clase a vivir
con $ 6 por día, o a percibir un salario mínimo de $2.670 hasta 2013,
recientemente pactado con la burocracia sindical. Mientras los caceroleros
fashion repudian la política de subsidios sociales del gobierno, éste hace
bandera de “justicia social” distribuyendo los propios ingresos de los
trabajadores sin tocar los beneficios de los empresarios.
La necesidad de una agenda propia
Frente a esta coyuntura compleja quienes nos definimos
socialistas, o bien anticapitalistas, clasistas, antiburocrácticos, nos
encontramos con un panorama complicado.
A pesar de que las posiciones clasistas no son las que
dominan la escena política actual, consideramos que es fundamental intervenir
de manera clara, coherente y con firmeza. Ninguna fundamentación táctica
justifica un apoyo a sectores que abiertamente se posicionan contra las
reivindicaciones de la clase trabajadora. Los que claman con sus cacerolas hoy
en día son quienes viven de la explotación y la opresión hacia los y las trabajadoras,
o quienes sin hacerlo adhieren a sus consignas.
Ni con el Gobierno ni con los caceloreros; la única
alternativa real para resolver los problemas del pueblo trabajador sigue siendo
construir una agenda propia, independiente de cualquier proyecto burgués;
dentro de una unidad amplia, pero sin abandonar la perspectiva de clase.
Agrupación Hombre Nuevo - 15 de septiembre de 2012
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