¿Cuánto hay de “catástrofe natural” cuando una tormenta, por más fuerte que sea, causa casi la misma cantidad de muertos que la “Tragedia de Once” de exclusiva responsabilidad del Gobierno, empresarios y burocracia sindical? ¿Puede, simplemente, hablarse con liviandad o cinismo culpando de manera casi mágica a la furia de la naturaleza o cuando había un alerta meteorológico desde tres días antes del temporal? ¿Se puede hablar de forma animista del cambio climático sin mencionar la voracidad empresarial depredatoria que lo causa? Por caso, referido a la tormenta y a los estragos que generó… ¿se tratan de un “desastre natural” la falta de inversión en el entubamiento de arroyos y sus canales aliviadores en CABA; la falta de dragado y canalización de ríos y cursos de agua en la Pcia. de Bs. As.; la ausencia de mantenimiento –o a veces la mera inexistencia- de redes cloacales y desagotes pluviales en el Área Metropolitana? ¿Y qué decir de la histórica falta de obras públicas en los barrios del Conurbano bonaerense, que gobiernos de distintos colores no hacen más que mantener? Los mismos legisladores porteños, ya sean de la derecha liberal gobernante o de la oposición progre “nacional y popular” que hoy reparten acusaciones cruzadas, ¿no tienen nada que ver con este desastre? ¿No contribuyen a generarlo, acaso, cuando votan de conjunto los negociados inmobiliarios como el que aprobaron hace unas semanas nada más, cuando las bancadas del PRO y el FpV beneficiaron al monopolio IRSA al cederle la ribera del Río de la Plata para seguir llenándola de torres de hormigón que pretenden extender el suntuoso Puerto Madero hacia el sur? ¿No son los mismos dirigentes del Frente para la Victoria, de la mano del “Barba” Gutiérrez, los que hacen los mayores esfuerzos para lotear la ribera de Quilmes, desmontando la llamada selva marginal para que Techint realice un multimillonario negociado inmobiliario a costa de hundir más y más a los barrios humildes quilmeños? Y por otro lado, ¿puede el vacacionista Jefe de Gobierno y su equipo de yuppies intentar seriamente medir la muerte o la pérdida de todo en milímetros de lluvia récord?
Se cuentan ya 56 muertos confirmados entre la Ciudad de Buenos Aires y La Plata: fundamentalmente Tolosa; hay más de un centenar de personas de las cuales no se conoce su paradero. La construcción desenfrenada de torres o megaemprendimientos como el Shopping Dot en la ciudad porteña, emprendimientos que en general cuentan con el aval de las bancadas mayoritarias, muestran su contracara. Un desastre que no tiene nada de natural, y que se basa en el afán de obtención de la mayor ganancia posible a cualquier costo, premisa fundamental del capitalismo (del “capitalismo serio” que veneran los seguidores del oficialismo nacional, o del capitalismo en su vertiente más silvestre, con reminiscencias noventistas, que practica el PRO). Un desastre que golpea más a quienes tienen menos, a quienes no tienen más remedio que vivir en barrios inundables, a quienes dejan la vida trabajando en las fábricas o en los túneles del subte; aquellos que también son los primeros en perderla con una crecida o un temporal. Un desastre evitable; un desastre que se magnifica por la miserabilidad electoralista de gobiernos que se acusan mutuamente y que comparten la responsabilidad de no realizar las obras necesarias para evitarlo. Un desastre donde se ve desidia, pero que es planificada; desidia que es producto de la decisión política de desproteger a los de abajo, mientras se destinan millones para subsidiar empresarios amigos o pagar meticulosamente la deuda externa.
Para ellos, para los de abajo, los miles de afectados, la ayuda oficial tarda en llegar. Sí llegan las visitas circenses para la foto, donde funcionarios en ropa sport, incluidos ministros o el gobernador que rodean a la propia presidenta, recorren –con custodia- los barrios inundados tartamudeando excusas. Para el pueblo, llueven ahora las declaraciones llenas de desvergüenza. Dice Mauricio Macri, justificando sus vacaciones en una playa en medio del desastre: “…yo también necesito descansar, tengo familia” (Radio La Red; 3/4/13). Dice Cristina Fernández: “Los vecinos tienen miedo porque vieron caras extrañas en los barrios (…) La gente lo que tiene es temor, más allá de lo que perdió, tiene miedo a la hora de la noche por la inseguridad" (en rueda de prensa ante varios medios; 3/4/13). La ineficiencia cierta para atender los reclamos docentes del gobernador Scioli, junto con la indiferencia cómplice del gobierno nacional, muestran su analogía trágica ante un temporal: a la ausencia orgánica de infraestructura se suma la ineptitud total para las tareas de rescate. El gobierno nacional que no garantiza el salvataje de víctimas, y que no logró hasta la fecha siquiera identificar a la mitad de los muertos, promete gendarmes para garantizar el respeto por la propiedad privada.
La solidaridad entre los de abajo se vio y se seguirá viendo, pero no reemplaza la fuerza coordinada que el estado podría haber desplegado para evitar estas muertes. La situación actual demanda la urgente atención económica a todas las víctimas por parte de los gobiernos con la pronta implementación de partidas de emergencia para paliar la situación de quienes perdieron todo; a su vez, se impone un verdadero plan de obra pública que atienda las deficiencias estructurales del Área Metropolitana y la necesidad de un freno a los negocios inmobiliarios que han hecho colapsar la pobre infraestructura de la región.
Las organizaciones políticas y sociales que luchamos junto con la clase trabajadora por nuestra emancipación tenemos una doble tarea. Articular la solidaridad concreta entre los de abajo. Y, a la par, señalar y denunciar claramente: esta catástrofe es hija del capitalismo; por lo tanto, no es natural, sino social. Gobiernos y empresarios son los responsables.
Agrupación Hombre Nuevo, 4 de Abril de 2013
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