Ya salio La Llamarada N21
Postales de fin de ciclo
Bajo la consigna “patria
o buitres” el gobierno renueva estrategias para seguir pagando la deuda.
Mientras tanto los efectos de la crisis se sienten en la actividad económica,
pero también en las condiciones de empleo y de vida del pueblo trabajador. El
rol de la burocracia sindical y la salida independiente, de lucha y de clase.
¿Patria o Buitres?
Tras la aprobación de la Ley de Pago
Soberano de la Deuda (Ley N° 26.985), el gobierno estableció un cambio
voluntario en el agente fiduciario para el pago de los bonistas, reemplazando
al New York Mellon, además de un cambio en la jurisdicción de aplicación
incorporando a Buenos Aires o Francia. En los hechos, esta ley lo único que garantiza
es la soberanía del pago para el 92,4% de “buenos” acreedores que entraron en
los canjes 2005 y 2010, y que por el fallo del juez Griesa vieron trabado el
acceso a los u$s 539 millones que el gobierno les depositó en julio. A fines de
septiembre vence el Bono Par. Estos otros buitres esperan la transferencia de
unos u$s 200 millones más. Mediante esta ley se habilita la intervención de
Nación Fideicomisos S.A., ente cuyo principal accionista es el Banco Nación,
para concretar el pago más allá del fallo de la justicia estadounidense y
garantizar que este dinero llegue a destino. Las reacciones no tardaron en
llegar: a pedido de los buitres, el juez Griesa
declaró en desacato a la Argentina por no cumplir con su fallo que
establece que el país debe pagarles al mismo tiempo a los bonistas que
aceptaron los canjes y a los llamados buitres. Aunque los holdouts exigían una
multa de u$s 50.000 diarios, por ahora, el juez estadounidense decidió dejar en
suspenso la aplicación de una sanción económica. Es inadmisible que un juez de
Nueva York, fiel custodio de los intereses de grupos económicos de los más
carroñeros del mundo, tenga potestad sobre decisiones soberanas de un país. La
denuncia al gobierno kirchnerista por su decisión de seguir pagando la deuda
cediendo recursos a lo más concentrado del capital internacional, no puede
soslayar el rechazo al accionar de los buitres, la justicia yanqui y el
imperialismo.
El gobierno hace bandera del desendeudamiento tomando
como datos la relación deuda/PBI que en 2003 era de un 139,5%. Efectivamente,
tomando esos parámetros, la relación bajó a un 45,6% en 2013. Pero esta
estadística esconde que en términos totales, desde la asunción del kirchnerismo,
la deuda pública aumentó un 50%, llegando en la actualidad a unos u$s 300.000
millones. Sumado a esto, se evidencia un cambio en la composición interna,
aumentando la participación del sector público (ANSES, Banco Nación y Banco
Central), poniendo en riesgo, entre otros aspectos, el futuro del sistema
jubilatorio.
Para superar los clásicos problemas de restricción
externa, característicos de un país dependiente como el nuestro, el gobierno se
dio la estrategia de acordar con el Club de París, Repsol-YPF, CIADI, para
posibilitar un re-endeudamiento externo. Este plan quedó paralizado por la sentencia
favorable a los fondos buitres. Este panorama, de por sí complicado, puede
profundizarse en 2015, ya que hay que pagar aproximadamente unos u$s 15.000
millones en concepto de vencimientos de deuda; es decir, la mitad de las
reservas internacionales que tiene en su poder el Banco Central. Esto explica
el apuro por cerrar el acuerdo bilateral con China, mediante el cual se
estableció un swap (permuta financiera) que podría llegar a los U$S
11.000 millones en un plazo de tres años, de los cuales ya se utilizaron U$S
700 millones para frenar la presión del dólar en el mercado local. Un swap
de monedas es una operación de canje, por el cual cada parte accede a la divisa
de la otra, entregando a cambio una suma equivalente en su propia moneda. La
Argentina puede quedarse con los fondos chinos en calidad de reservas o
venderlos en el mercado internacional y obtener los ansiados dólares. Sin
embargo, debemos mencionar que estos préstamos son muy limitados y sujetos a
muchas condiciones, por lo cual no pueden solucionar el problema estructural.
El gobierno se está moviendo para acordar con los fondos
buitres. Posiblemente después de enero, mes en el que se vence la cláusula RUFO.
Mientras tanto busca apoyos de personalidades políticas, de la ONU, la unción
papal, pero también de burgueses tan buitres como los holdouts entre los que se
destaca el multimillonario George Soros, quien posee un 3,5% de las acciones de
YPF por un valor de unos 450 millones de dólares. Lo que está detrás de la
aparición en escena del magante húngaro, con un capital neto de nada nada y
nada menos que u$s 20.000 millones, es la posibilidad de que el empresario
compre la deuda de los fondos buitres a cambio de una participación en los
yacimientos de Vaca Muerta, asegurándose cuantiosas ganancias a costa del
saqueo de nuestros recursos naturales.
Viejos repertorios
Mientras tanto, a la espera de una definición, el
gobierno saca a tomar sol sus arengas nacionalistas, y embanderado en la
consigna “patria o buitres” aprovecha esta situación para intentar reconstruir
consensos perdidos. Es cierto que este discurso le ha permitido cierto impacto
electoral recuperando la intención de voto que venía en claro declive, aunque
sin lograr superar el núcleo duro de votantes del kirchnerismo. Un escenario
posible sería capear el temporal hasta el 2015 pateando los mayores costos de
la crisis para el próximo gobierno, constituirse como oposición en un período
de 4 años, con un operativo retorno en el 2019, un esquema que parte de la idea
de una futura presidencia en manos de Mauricio Macri o una opción débil del PJ.
Esta salida de escena en 2015 implicaría que el kirchnerismo se reconstruya con
fuerza en los ámbitos ejecutivos provinciales y municipales, además de
legislativos y judiciales. En ese mismo camino, de fortalecer la fuerza propia,
podemos leer los rumores de cambios de gabinete con la posible salida de
Capitanich y el ascenso a lugares claves de referentes de La Cámpora,
asegurándose la administración de recursos en este último tramo presidencial.
No está claro el escenario 2015; por un lado el
Frente Renovador, principal fuerza que capitalizó los resultados de las últimas
elecciones legislativas, se encuentra estancado y no ha crecido como se
esperaba. Las últimas encuestas electorales muestran resultados muy parejos entre
Scioli, Massa y Macri, mientras que UNEN quedó desarmado como fuerza opositora
tras las rencillas internas de su armado impresentable que no tienen ningún
empacho en difundir mediáticamente. Ante estos datos, Carrió impulsa al
interior de su espacio político una especie de “Frente Único” burgués en
alianza con el macrismo para vencer al PJ. Más allá de cómo se definan las
alianzas el próximo año, el dato relevante es que todas las opciones con
posibilidades de ganar, son variantes aún más conservadoras que la actual, con
programas económicos que en lo sustantivo no difieren del implementado por el
kirchnerismo, pero ponen mayor énfasis en el liberalismo económico y en el
recorte del gasto público.
Podríamos decir que, salvando las distancias, tal
como sucedió con la guerra de Malvinas, la estrategia inmediata del
kirchnerismo es apelar a la soberanía nacional para movilizar a favor de sus
intereses intentando invisibilizar que es este mismo gobierno, fiel protector
de las ganancias capitalistas, el que paga religiosamente (y sin poner en discusión
su origen) una deuda externa comprobadamente ilegítima y fraudulenta. Sin
dudas, a esta “épica patriótica”, contribuyó el papel de la oposición patronal,
cuyos exponentes ofician de verdaderos lobbystas locales de los fondos. En esta
cruzada a favor de “la nación” los enemigos son los buitres, fondos que por
otra parte, participan como accionistas en las “nacionales” YPF y en el Banco
Hipotecario.
Irreversible
De lo que no hay dudas es acerca de la caída de la actividad
económica y su impacto en las variables de empleo (suspensiones, recortes de
horas extras, anticipo de jubilaciones, aumento de la precarización laboral y
despidos). El PBI no creció en el segundo cuatrimestre de este año, la
producción industrial está en caída, lo que con el aditivo de una inflación que
en promedio se estima en un 40% anual nos marca un escenario de estanflación, y
por lo tanto de caída del poder adquisitivo de los devaluados salarios. Este
complejo panorama de las variables económicas se completa con una caída en el
precio de la soja a niveles de 2009, momento en el que se desató la crisis económica
en Estados Unidos, mientras los sojeros retienen unos 27 millones de toneladas
del poroto especulando con una devaluación. A diez meses del ajuste
devaluatorio del 20%, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo no
para de crecer rondando el 82,9% y con constantes presiones de fracciones de la
burguesía para profundizarla.
Según datos del desacreditado INDEC el 30% de los hogares
en Argentina vive con $5.4000 por mes. Se profundiza una variable que fue
estructural en todo los años de “modelo kirchnerista”, tener trabajo no
garantiza dejar de ser pobre. Según la Dirección de Estadísticas y Censos de la
Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo necesitaba en agosto de este año $
9.022 para superar el umbral de pobreza. El “boom” del consumo que el
kirchnerismo solía mencionar como evidencia del éxito de sus políticas
económicas es cosa del pasado. Según fuentes del instituto de estadísticas
porteño, en los dos primeros trimestres del año las ventas de alimentos en los
supermercados registraron caídas interanuales de 5,4 y 4,1 por ciento. La
contracción se sintió con fuerza en alimentos y bebidas, rubros centrales en la
canasta de las familias trabajadoras.
Más allá de la negación oficial, es indudable que el
gobierno tomó nota de estos datos, e intenta generar una “contratendencia” con limitadas
políticas orientadas a incentivar el consumo (lanzamiento del plan de 12 cuotas
sin interés, plan Pro.Cre.Auto, etc.); todo esto con escasos resultados.
El plan de ajuste y la burocracia sindical
Las condiciones de trabajo y de vida para millones de
trabajadores en nuestro país se han deteriorado considerablemente. En este
contexto, la burocracia sindical juega su clásico rol de intento de
conciliación entre las clases sociales y se vuelca a apaciguar las luchas, que
aún en los marcos estrictamente defensivos dan cuenta del impacto material de
la crisis y del descontento social. Los sectores oficialistas siguen siendo
fieles servidores, aplaudidores infaltables de cuanto acto el gobierno realice,
inclusive fuera del país, como es el caso del agente de inteligencia Gerardo
Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN), Hugo Yasky (CTA), y el secretario general
de Suteba, Roberto Baradel, quienes acompañaron a la presidenta en su viaje a
la Asamblea de las Naciones Unidas, demostrando su papel de apéndices del
gobierno de turno y de total indiferencia ante los reclamos de sus propias
bases.
Por el lado de los “opositores” la cosa está que
arde. Luego del último paro “general” del 28 de agosto, la alianza entre el
moyanismo y el barrionuevismo está atravesando por fuertes tensiones. El
dirigente gastronómico tiene intenciones de continuar las medidas de fuerza con
una movilización a Plaza de Mayo. El camionero, titular de la CGT Azopardo,
plantea una tregua desmovilizando para no caldear el clima social, mientras
afianza sus vínculos con el macrismo y lo más rancio del PJ. Por su parte,
Michelli está atado a la necesidad de hacer alianzas con otros sectores, entrampado
en sus propios intereses políticos. Hoy la CTA que dirige, no es más que una
cáscara vacía con poca capacidad para movilizar o para traccionar al resto. En
medio de los reacomodamientos electorales el sindicalismo también busca jugar
sus propias cartas. Al no estar claro el panorama político y la conformación
final de las alianzas, difícilmente la CGT pueda reunificarse, a pesar de los
intentos que viene haciendo Moyano.
Los trabajadores y trabajadoras nada podemos esperar
de estos dirigentes sindicales que lo único que defienden son los intereses de
los patrones y el gobierno frente a sus afiliados. Garantes del control social,
son exponentes de un modelo sindical que les garantiza vivir como empresarios
ocupando durante décadas cargos de conducción, sin contacto con la realidad
cotidiana de los laburantes que pretenden representar.
La burocracia sindical aísla las luchas. Desde los
sectores antiburocráticos, combativos e independientes tenemos que redoblar los
esfuerzos para coordinar los conflictos sindicales y sociales levantando un
pliego de reivindicaciones obreras y populares que, en la calle, enfrente el
plan de ajuste que la burguesía y los políticos patronales intentan descargar sobre
las espaladas del castigado pueblo trabajador. ¡Ni con los buitres, ni con
el gobierno! ¡Basta de pagar la deuda externa! Por una acción independiente que
defienda la soberanía de nuestra clase.
Agrupación Hombre Nuevo
Octubre 2014
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